El poder de la intención.
El Doctor Dyer nos dice: Si eres una de esas personas con la actitud de “nunca me voy a rendir” y además con una visión interna que te empuja a hacer tus sueños realidad, encajas en la descripción de una persona con intención. Lo más probable es que seas un triunfador, y también que te sientas orgulloso de tu capacidad para reconocer y aprovecharte de las oportunidades que se te presentan.
Cuatro pasos hacia la intención.
Activar la fuerza de la intención es un proceso que consiste en conectar con tu ser natural y deshacerte de la identificación del ego. El proceso se desarrolla en cuatro etapas:
La disciplina es la primera etapa. Aprender una nueva tarea requiere entrenar el cuerpo para que actúe como lo desean tus pensamientos. Por eso, eliminar la identificación del ego no significa desconectarte de la relación con tu cuerpo, sino entrenarlo para activar esos deseos. Se consigue con práctica, ejercicio, hábitos saludables, comida sana y la configuración de un entorno propicio.
La sabiduría es la segunda etapa. La sabiduría combinada con la disciplina fomenta tu capacidad para centrarte y tener paciencia a medida que armonizas tus pensamientos, tu intelecto y tus sentimientos con el trabajo de tu cuerpo. Cuando mandamos los niños al colegio les decimos: «Sean disciplinados», «Piensen con la cabeza», y a eso lo llamamos educación, pero con eso no se alcanza la maestría.
El amor es la tercera etapa. Tras disciplinar el cuerpo con la sabiduría y estudiar intelectualmente una tarea, este proceso de maestría supone amar lo que haces y hacer lo que amas.
La entrega es la cuarta etapa. Ese es el lugar de la intención. Aquí es donde tu cuerpo y tu mente no llevan la batuta y te aproximas a la intención, «En el universo hay una fuerza inconmensurable, indescriptible, que los chamanes llaman «propósito», y absolutamente todo lo que existe en el cosmos está unido al propósito por un vínculo de conexión.»
Cuando te entregas, te iluminas y puedes consultar a tu alma infinita. Entonces puedes acceder a la fuerza de la intención, que te llevará a donde crees que estás destinado a llegar.
Disipa toda duda para que puedas crear un pensamiento armonioso con la mente o intención universal. Cuando lo sabes sin que te quepa ninguna duda, se hará realidad en el futuro. Así es la fuerza de la intención en funcionamiento.
Bondad.
Un principio básico para funcionar y ser feliz, además de conseguir la ayuda de los demás para lograr cuanto deseas atraer, consiste en que la gente quiera ayudarte y hacer cosas por ti. Cuando eres bondadoso con los demás, recibes bondad a cambio. Un jefe poco bondadoso consigue escasa cooperación de sus empleados.
No ser bondadoso con los niños los incita a hacer otro tanto en lugar de echarte una mano. La bondad que se da es la que se recibe. Si deseas conectarte a la intención y cumplir todos los objetivos de tu vida, vas a necesitar la ayuda de un montón de personas. Al practicar una bondad extensible en todas partes encontrarás un apoyo que se mostrará de formas que no habías previsto.
Esta idea de la bondad extensible adquiere especial importancia cuando tratas con personas indefensas, ancianas, con problemas mentales, pobres, discapacitadas, etcétera. Estas personas forman parte de la perfección de Dios. También ellas tienen un propósito divino, y como todos estamos conectados entre nosotros por el Espíritu, su propósito e intención también están conectados contigo
Sugerencias para elevar el campo de energía a una vibración más alta y más rápida.
Estas prácticas te ayudarán a alcanzar un doble objetivo: eliminar las barreras y permitir que la fuerza de la intención funcione contigo y a través de tí:
Toma conciencia de tus pensamientos. Todos y cada uno de tus pensamientos te afectan. Si en medio de un pensamiento debilitador cambias a otro que te fortalece, elevas tu vibración energética y te fortaleces, a ti mismo y a tu campo energético inmediato.
Practica la meditación con regularidad. Aunque solo sea unos momentos cada día mientras esperas en un semáforo, esta costumbre es vital. Dedica un rato a estar en silencio y repite el sonido de Dios como un mantra interno. La meditación te permite el contacto consciente con tu Fuente y recuperar la fuerza de la intención ayudándote a cultivar una receptividad que se corresponde con la fuerza de la creación.
Toma conciencia de los niveles energéticos del entorno de tu casa. Las oraciones, los cuadros, los cristales, las estatuas, las frases espirituales, los libros, las revistas, los colores de las paredes de tu casa e incluso la disposición de los muebles crean una energía a la que te ves abocado al menos durante la mitad del tiempo que pasas despierto. Si bien puede parecer una estupidez, te ruego que trasciendas tu pensamiento condicionado y abras tu mente a todo.
El antiguo arte chino Feng shui es conocido desde hace miles de años y es un regalo de nuestros ancestros. Describe diferentes formas de aumentar el campo energético de nuestra casa y nuestro lugar de trabajo. Debes tomar conciencia de cómo afecta un ambiente de alta energía al fortalecimiento de nuestra vida y la eliminación de barreras para conectarnos a la intención.
Amplía tu campo energético con fotografías. A lo mejor te cuesta trabajo creer que la fotografía es una forma de reproducción de la energía y que toda fotografía contiene energía. Compruébalo situando estratégicamente fotografías tomadas en momentos de felicidad, de amor y receptividad hacia la ayuda espiritual en tu casa, en tu lugar de trabajo, en tu coche o incluso en tu ropa o en la billetera. Pon fotografías de la naturaleza, de animales, de expresiones de alegría y amor en tu entorno y la energía irradiará hacia tu corazón y te donará su alta frecuencia.
Toma conciencia de los niveles de energía de tus amigos, conocidos, de tu gente.
Puedes elevar tus niveles de energía estando en el campo de energía de otras personas con una resonancia próxima a la consciencia espiritual. Mantente muy próximo a las personas que fortalecen, que atraen tu sentido de la conexión con la intención, que ven tu grandeza, que se sienten conectados con Dios y llevan una vida que testimonia que el Espíritu se regocija en ellos.
Sé concreto cuando declares tus intenciones de elevar tu nivel de energía y crear tus deseos. Coloca tus propósitos en lugares estratégicos donde puedas verlos y leerlos durante todo el día. Por ejemplo: «Tengo intención de atraer a mi vida el trabajo que deseo. Tengo intención de dedicar dos horas de mi tiempo esta semana a los más desfavorecidos. Tengo intención de curarme de este cansancio persistente».
La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes.
Céntrate en tu crecimiento, con constante conciencia de que no hay nadie mejor que nadie en este planeta. Todos emanamos de la misma fuerza vital. Todos tenemos la misión de cumplir la esencia para la que estamos destinados, y tenemos cuanto necesitamos para cumplir ese destino. Nada de esto es posible cuando te consideras superior a los demás. No por viejo es menos cierto este dicho: Todos somos iguales ante los ojos de Dios. Olvídate de la necesidad de sentirte superior al ver a Dios revelándose en todos. No valores a los demás basándote en su aspecto, sus logros, posesiones y otros baremos impuestos por el ego. Cuando proyectas sentimientos de superioridad, eso es lo que te devuelven, y te lleva al resentimiento y en última instancia a sentimientos de hostilidad. Estos sentimientos se convierten en el vehículo que te aleja de la intención.
Libérate de la necesidad de tener más. Por mucho que logres o adquieras, tu ego insistirá en que no es suficiente. Te verás luchando continuamente y eliminarás la posibilidad de alcanzar la meta, pero en realidad ya la has alcanzado, y es asunto tuyo decidir cómo utilizar el momento presente de tu vida. Irónicamente, cuando dejas de necesitar más, parece como si te llegara más de lo que deseas. Como estás desapegado de esa necesidad, te resulta más fácil transmitírselo a los demás, porque te das cuenta de lo poco que necesitas para sentirte satisfecho y en paz.
La Fuente universal está satisfecha de sí misma, en continua expansión y creando nueva vida, sin intentar jamás aferrarse a sus creaciones por sus recursos egoístas. Crea y se desliga. Cuando te desligas de la necesidad del ego de tener más, te unificas con la fuente. Creas, atraes lo que deseas hacia ti y te desligas, sin exigir que se te presente nada más. Si valoras todo lo que surge, aprendes la gran lección que nos dio san Francisca de Asís: «… es dar cuando recibimos». Al permitir que la abundancia fluya hasta ti y a través de tí, estableces correspondencia con la Fuente y aseguras que esa energía siga fluyendo.
Gratitud.
Si deseas abundancia, deséala en primer lugar para los demás. Si deseas felicidad, deséala aún más para otros, y házselo saber. Cuánto más sea la santidad el eje de tus relaciones, más te fundirás con la intención.
Una de las más hermosas compensaciones de la vida consiste en que nadie puede intentar sinceramente ayudar a otro sin ayudarse a sí mismo… Sirve y serás servido.
Encontrarse en un estado de gratitud crea magnetismo y, naturalmente, un imán atrae las cosas. Agradeciendo de corazón todo lo bueno que te llega, así como los desafíos, empezarán a fluir más cosas buenas a tu vida gracias a ese magnetismo.
Este proceso de agradecimiento abre las puertas a más cosas. Así funciona el lado activo de la infinitud. El sentido de la reverencia y el respeto ante los milagros que ves a tu alrededor te permite pensar más en esos sucesos milagrosos, verlos y vivirlos más. Por el contrario, un estado de ingratitud interrumpe el flujo infinito de la abundancia y la salud. Es una puerta cerrada.
Aprovecha cualquier ocasión, por pequeña que sea, para poner tu vida al servicio de los demás.
Que el ego no influya en tu intención de vivir con un propósito. Independientemente de lo que quieras hacer en la vida, que la motivación fundamental de tus esfuerzos no sea el deseo de gratificación o recompensa.
Irónicamente, las recompensas personales se multiplicarán cuando te centres en dar y no en recibir. Enamórate de lo que estás haciendo, y deja que ese amor brote de las profundidades en las que habita el Espíritu. Entonces podrás «vender» el sentimiento del amor, el entusiasmo y la alegría que generan tus esfuerzos. Si crees que tu propósito consiste en ser una supermamá, pon toda tu energía y tu dinamismo al servicio de tus hijos. Si crees que consiste en escribir poesía o en arreglar muelas, líbrate del ego y haz lo que te gusta hacer.
Hazlo desde la perspectiva de que influya en alguien o en alguna causa, y deja que el universo se encargue de los detalles de tus recompensas personales. Vive tu propósito haciendo lo que haces con puro amor, y entonces crearás en colaboración con la fuerza de la mente universal de la intención, que es en última instancia la responsable de toda la creación.
No existe ningún camino hacia la felicidad; la felicidad es el camino.
Es posible sentirse realmente abundante y triunfador cuando te desligas de las cosas que deseas y permites que fluyan hacia ti y, algo igualmente importante, a través de ti. Cualquier cosa que impida el flujo de la energía detiene el proceso creador de la intención justo en el lugar donde se erige el obstáculo.
El apego es uno de esos escollos. Cuando te aferras a lo que te llega en lugar de permitir que se mueva a través de ti, detienes el flujo. Lo acumulas o decides poseerlo, y el flujo se interrumpe. Debes mantenerlo en circulación, sabiendo en todo momento que nada puede impedir que llegue a tu vida, salvo cualquier tipo de resistencia que le opongas.
Dedica tiempo a observar a los niños pequeños y promete emular su alegría. No has venido a este mundo para sufrir, sentir ansiedad y miedo ni para estar estresado o deprimido. Fíjate en los recién nacidos. No han hecho nada para sentirse tan felices. No trabajan; se hacen caca en los pañales, y no tienen más metas que crecer, expandirse y explorar este asombroso mundo. Quieren a todo el mundo, se lo pasan estupendamente con una botella de plástico o con las caras de bobo que les ponemos, y se encuentran en un estado permanente de amor; sin embargo, no tienen dientes, ni pelo, y son regordetes y tienen gases.
¿Cómo pueden sentirse tan alegres y contentarse con tanta facilidad? Porque aún se encuentran en armonía con la Fuente que dispuso que vinieran aquí, y no oponen resistencia a la alegría. Sé como ese niño pequeño que fuiste en tu momento en términos de alegría. No hace falta razón alguna para ser feliz. Basta el deseo de serlo.
Sé proactivo y mantente alerta ante las señales de sincronía, no las dejes pasar. Si un camión pasa a tu lado con un número de teléfono que anuncia lo que necesitas, apunta el número y telefonea. Considera lo que quizá te parezcan extrañas coincidencias que rodean tus deseos mensajes de la Fuente y actúa inmediatamente. Te aseguro que se producirán repetidamente.
Simplifica tu vida. Aparca de tu vida las complicaciones, las normas, los «debería», los «tengo que», los «debo» y demás. Al simplificar tu vida y eliminar las actividades banales que ocupan gran parte de ella, abrirás una vía para que aflore el genio que hay en tu interior Una de las técnicas más eficaces para simplificar la vida consiste en dedicar unos veinte minutos al día a meditar en silencio. Cuanto más consciente sea el contacto que establezcas con tu Fuente, más valorarás tu ser superior. Y desde ahí se manifestará tu genio.
Cuatro pasos hacia la intención.
Activar la fuerza de la intención es un proceso que consiste en conectar con tu ser natural y deshacerte de la identificación del ego. El proceso se desarrolla en cuatro etapas:
La disciplina es la primera etapa. Aprender una nueva tarea requiere entrenar el cuerpo para que actúe como lo desean tus pensamientos. Por eso, eliminar la identificación del ego no significa desconectarte de la relación con tu cuerpo, sino entrenarlo para activar esos deseos. Se consigue con práctica, ejercicio, hábitos saludables, comida sana y la configuración de un entorno propicio.
La sabiduría es la segunda etapa. La sabiduría combinada con la disciplina fomenta tu capacidad para centrarte y tener paciencia a medida que armonizas tus pensamientos, tu intelecto y tus sentimientos con el trabajo de tu cuerpo. Cuando mandamos los niños al colegio les decimos: «Sean disciplinados», «Piensen con la cabeza», y a eso lo llamamos educación, pero con eso no se alcanza la maestría.
El amor es la tercera etapa. Tras disciplinar el cuerpo con la sabiduría y estudiar intelectualmente una tarea, este proceso de maestría supone amar lo que haces y hacer lo que amas.
La entrega es la cuarta etapa. Ese es el lugar de la intención. Aquí es donde tu cuerpo y tu mente no llevan la batuta y te aproximas a la intención, «En el universo hay una fuerza inconmensurable, indescriptible, que los chamanes llaman «propósito», y absolutamente todo lo que existe en el cosmos está unido al propósito por un vínculo de conexión.»
Cuando te entregas, te iluminas y puedes consultar a tu alma infinita. Entonces puedes acceder a la fuerza de la intención, que te llevará a donde crees que estás destinado a llegar.
Disipa toda duda para que puedas crear un pensamiento armonioso con la mente o intención universal. Cuando lo sabes sin que te quepa ninguna duda, se hará realidad en el futuro. Así es la fuerza de la intención en funcionamiento.
Bondad.
Un principio básico para funcionar y ser feliz, además de conseguir la ayuda de los demás para lograr cuanto deseas atraer, consiste en que la gente quiera ayudarte y hacer cosas por ti. Cuando eres bondadoso con los demás, recibes bondad a cambio. Un jefe poco bondadoso consigue escasa cooperación de sus empleados.
No ser bondadoso con los niños los incita a hacer otro tanto en lugar de echarte una mano. La bondad que se da es la que se recibe. Si deseas conectarte a la intención y cumplir todos los objetivos de tu vida, vas a necesitar la ayuda de un montón de personas. Al practicar una bondad extensible en todas partes encontrarás un apoyo que se mostrará de formas que no habías previsto.
Esta idea de la bondad extensible adquiere especial importancia cuando tratas con personas indefensas, ancianas, con problemas mentales, pobres, discapacitadas, etcétera. Estas personas forman parte de la perfección de Dios. También ellas tienen un propósito divino, y como todos estamos conectados entre nosotros por el Espíritu, su propósito e intención también están conectados contigo
Sugerencias para elevar el campo de energía a una vibración más alta y más rápida.
Estas prácticas te ayudarán a alcanzar un doble objetivo: eliminar las barreras y permitir que la fuerza de la intención funcione contigo y a través de tí:
Toma conciencia de tus pensamientos. Todos y cada uno de tus pensamientos te afectan. Si en medio de un pensamiento debilitador cambias a otro que te fortalece, elevas tu vibración energética y te fortaleces, a ti mismo y a tu campo energético inmediato.
Practica la meditación con regularidad. Aunque solo sea unos momentos cada día mientras esperas en un semáforo, esta costumbre es vital. Dedica un rato a estar en silencio y repite el sonido de Dios como un mantra interno. La meditación te permite el contacto consciente con tu Fuente y recuperar la fuerza de la intención ayudándote a cultivar una receptividad que se corresponde con la fuerza de la creación.
Toma conciencia de los niveles energéticos del entorno de tu casa. Las oraciones, los cuadros, los cristales, las estatuas, las frases espirituales, los libros, las revistas, los colores de las paredes de tu casa e incluso la disposición de los muebles crean una energía a la que te ves abocado al menos durante la mitad del tiempo que pasas despierto. Si bien puede parecer una estupidez, te ruego que trasciendas tu pensamiento condicionado y abras tu mente a todo.
El antiguo arte chino Feng shui es conocido desde hace miles de años y es un regalo de nuestros ancestros. Describe diferentes formas de aumentar el campo energético de nuestra casa y nuestro lugar de trabajo. Debes tomar conciencia de cómo afecta un ambiente de alta energía al fortalecimiento de nuestra vida y la eliminación de barreras para conectarnos a la intención.
Amplía tu campo energético con fotografías. A lo mejor te cuesta trabajo creer que la fotografía es una forma de reproducción de la energía y que toda fotografía contiene energía. Compruébalo situando estratégicamente fotografías tomadas en momentos de felicidad, de amor y receptividad hacia la ayuda espiritual en tu casa, en tu lugar de trabajo, en tu coche o incluso en tu ropa o en la billetera. Pon fotografías de la naturaleza, de animales, de expresiones de alegría y amor en tu entorno y la energía irradiará hacia tu corazón y te donará su alta frecuencia.
Toma conciencia de los niveles de energía de tus amigos, conocidos, de tu gente.
Puedes elevar tus niveles de energía estando en el campo de energía de otras personas con una resonancia próxima a la consciencia espiritual. Mantente muy próximo a las personas que fortalecen, que atraen tu sentido de la conexión con la intención, que ven tu grandeza, que se sienten conectados con Dios y llevan una vida que testimonia que el Espíritu se regocija en ellos.
Sé concreto cuando declares tus intenciones de elevar tu nivel de energía y crear tus deseos. Coloca tus propósitos en lugares estratégicos donde puedas verlos y leerlos durante todo el día. Por ejemplo: «Tengo intención de atraer a mi vida el trabajo que deseo. Tengo intención de dedicar dos horas de mi tiempo esta semana a los más desfavorecidos. Tengo intención de curarme de este cansancio persistente».
La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes.
Céntrate en tu crecimiento, con constante conciencia de que no hay nadie mejor que nadie en este planeta. Todos emanamos de la misma fuerza vital. Todos tenemos la misión de cumplir la esencia para la que estamos destinados, y tenemos cuanto necesitamos para cumplir ese destino. Nada de esto es posible cuando te consideras superior a los demás. No por viejo es menos cierto este dicho: Todos somos iguales ante los ojos de Dios. Olvídate de la necesidad de sentirte superior al ver a Dios revelándose en todos. No valores a los demás basándote en su aspecto, sus logros, posesiones y otros baremos impuestos por el ego. Cuando proyectas sentimientos de superioridad, eso es lo que te devuelven, y te lleva al resentimiento y en última instancia a sentimientos de hostilidad. Estos sentimientos se convierten en el vehículo que te aleja de la intención.
Libérate de la necesidad de tener más. Por mucho que logres o adquieras, tu ego insistirá en que no es suficiente. Te verás luchando continuamente y eliminarás la posibilidad de alcanzar la meta, pero en realidad ya la has alcanzado, y es asunto tuyo decidir cómo utilizar el momento presente de tu vida. Irónicamente, cuando dejas de necesitar más, parece como si te llegara más de lo que deseas. Como estás desapegado de esa necesidad, te resulta más fácil transmitírselo a los demás, porque te das cuenta de lo poco que necesitas para sentirte satisfecho y en paz.
La Fuente universal está satisfecha de sí misma, en continua expansión y creando nueva vida, sin intentar jamás aferrarse a sus creaciones por sus recursos egoístas. Crea y se desliga. Cuando te desligas de la necesidad del ego de tener más, te unificas con la fuente. Creas, atraes lo que deseas hacia ti y te desligas, sin exigir que se te presente nada más. Si valoras todo lo que surge, aprendes la gran lección que nos dio san Francisca de Asís: «… es dar cuando recibimos». Al permitir que la abundancia fluya hasta ti y a través de tí, estableces correspondencia con la Fuente y aseguras que esa energía siga fluyendo.
Gratitud.
Si deseas abundancia, deséala en primer lugar para los demás. Si deseas felicidad, deséala aún más para otros, y házselo saber. Cuánto más sea la santidad el eje de tus relaciones, más te fundirás con la intención.
Una de las más hermosas compensaciones de la vida consiste en que nadie puede intentar sinceramente ayudar a otro sin ayudarse a sí mismo… Sirve y serás servido.
Encontrarse en un estado de gratitud crea magnetismo y, naturalmente, un imán atrae las cosas. Agradeciendo de corazón todo lo bueno que te llega, así como los desafíos, empezarán a fluir más cosas buenas a tu vida gracias a ese magnetismo.
Este proceso de agradecimiento abre las puertas a más cosas. Así funciona el lado activo de la infinitud. El sentido de la reverencia y el respeto ante los milagros que ves a tu alrededor te permite pensar más en esos sucesos milagrosos, verlos y vivirlos más. Por el contrario, un estado de ingratitud interrumpe el flujo infinito de la abundancia y la salud. Es una puerta cerrada.
Aprovecha cualquier ocasión, por pequeña que sea, para poner tu vida al servicio de los demás.
Que el ego no influya en tu intención de vivir con un propósito. Independientemente de lo que quieras hacer en la vida, que la motivación fundamental de tus esfuerzos no sea el deseo de gratificación o recompensa.
Irónicamente, las recompensas personales se multiplicarán cuando te centres en dar y no en recibir. Enamórate de lo que estás haciendo, y deja que ese amor brote de las profundidades en las que habita el Espíritu. Entonces podrás «vender» el sentimiento del amor, el entusiasmo y la alegría que generan tus esfuerzos. Si crees que tu propósito consiste en ser una supermamá, pon toda tu energía y tu dinamismo al servicio de tus hijos. Si crees que consiste en escribir poesía o en arreglar muelas, líbrate del ego y haz lo que te gusta hacer.
Hazlo desde la perspectiva de que influya en alguien o en alguna causa, y deja que el universo se encargue de los detalles de tus recompensas personales. Vive tu propósito haciendo lo que haces con puro amor, y entonces crearás en colaboración con la fuerza de la mente universal de la intención, que es en última instancia la responsable de toda la creación.
No existe ningún camino hacia la felicidad; la felicidad es el camino.
Es posible sentirse realmente abundante y triunfador cuando te desligas de las cosas que deseas y permites que fluyan hacia ti y, algo igualmente importante, a través de ti. Cualquier cosa que impida el flujo de la energía detiene el proceso creador de la intención justo en el lugar donde se erige el obstáculo.
El apego es uno de esos escollos. Cuando te aferras a lo que te llega en lugar de permitir que se mueva a través de ti, detienes el flujo. Lo acumulas o decides poseerlo, y el flujo se interrumpe. Debes mantenerlo en circulación, sabiendo en todo momento que nada puede impedir que llegue a tu vida, salvo cualquier tipo de resistencia que le opongas.
Dedica tiempo a observar a los niños pequeños y promete emular su alegría. No has venido a este mundo para sufrir, sentir ansiedad y miedo ni para estar estresado o deprimido. Fíjate en los recién nacidos. No han hecho nada para sentirse tan felices. No trabajan; se hacen caca en los pañales, y no tienen más metas que crecer, expandirse y explorar este asombroso mundo. Quieren a todo el mundo, se lo pasan estupendamente con una botella de plástico o con las caras de bobo que les ponemos, y se encuentran en un estado permanente de amor; sin embargo, no tienen dientes, ni pelo, y son regordetes y tienen gases.
¿Cómo pueden sentirse tan alegres y contentarse con tanta facilidad? Porque aún se encuentran en armonía con la Fuente que dispuso que vinieran aquí, y no oponen resistencia a la alegría. Sé como ese niño pequeño que fuiste en tu momento en términos de alegría. No hace falta razón alguna para ser feliz. Basta el deseo de serlo.
Sé proactivo y mantente alerta ante las señales de sincronía, no las dejes pasar. Si un camión pasa a tu lado con un número de teléfono que anuncia lo que necesitas, apunta el número y telefonea. Considera lo que quizá te parezcan extrañas coincidencias que rodean tus deseos mensajes de la Fuente y actúa inmediatamente. Te aseguro que se producirán repetidamente.
Simplifica tu vida. Aparca de tu vida las complicaciones, las normas, los «debería», los «tengo que», los «debo» y demás. Al simplificar tu vida y eliminar las actividades banales que ocupan gran parte de ella, abrirás una vía para que aflore el genio que hay en tu interior Una de las técnicas más eficaces para simplificar la vida consiste en dedicar unos veinte minutos al día a meditar en silencio. Cuanto más consciente sea el contacto que establezcas con tu Fuente, más valorarás tu ser superior. Y desde ahí se manifestará tu genio.